sábado, 16 de abril de 2011

Ayrton XXVII

“Yo daba la vuelta por la pared de la calle”, le cuentan a Platero, en tono de ensoñación, “y me venía a la verja cerrada que da al campo.”

Un día y otro también, Ayrton, alguna verja se nos pone delante, cerrándonos el paso.

“Ponía mi cara contra los hierros y miraba”, continúa el relato en Platero y yo, “cuanto mi vista podía alcanzar”. Notaba que “una vereda salía y se borraba, bajando” hacia un camino “ancho y hondo por el que nunca” había pasado.

Al interrumpirnos el impulso a proseguir, nos ofuscamos, Ayrton, y el desamparo, cuando no el deseo, crece.

“¡Qué mágico embeleso ver, tras el cuadro de hierros de la verja, el paisaje y el cielo…!”

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