lunes, 4 de abril de 2011

Ayrton XIII


Y ya te dije una y mil veces, seguramente lo comprendes y estás de acuerdo, que “Tú…”, Ayrton, “…no irás, Platero mío, en el carrillo del pregonero, a la marisma inmensa, ni al barranco del camino de los montes, como los otros pobres burros, como los caballos y los perros que no tienen quien les quiera.”

No sé con precisión cuál es la vía a seguir, pero ya hallaremos la mejor para ti, Ayrton. E, incluso, si podemos, y si nos dejan, nosotros, yo —y también tú, ¿por qué no?, sería lo más deseable—, entre todos, evitaríamos que los otros como tú se pierdan y desbarranquen.

“Vive tranquilo, Platero”, Ayrton, “al pie del pino grande y redondo del huerto, que a ti tanto te gusta. Estarás al lado de la vida alegre y serena” y será todo “gozo y frescura.” Mientras, “todo el año, los jilgueros te pondrán un breve techo de música entre tu sueño tranquilo y el infinito cielo azul”.

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