jueves, 7 de abril de 2011

Ayrton IXX


“¡Qué encanto siempre, Platero, en mi niñez, el de la casa” en la que vivía! En la vereda crecía y crecía un tilo “dorado siempre de sol, desde donde yo miraba”, bajo su sombra, si venía, a lo lejos, el chico que me gustaba. ¡Y qué feliz era también “encaramándome en la tapia” para ver los gatitos y pollitos recién nacidos de doña Imperio! “Alguna vez me dejaban ir, un momento,” a jugar con “la hija, que entonces me parecía una mujer”, y con el hijo, que me daba “besos...”.

Y tú, Ayrton, ¡en dónde vives! Hacinado entre otros astrosos como tú, en una casa gris y oscura, sin una moneda propia en el bolsillo, vendiendo, desde el amanecer, alguna bollería por ahí.

En cambio yo, “la calle” donde estaba mi casa, como le cuentan a Platero, “¡cuántos sueños le ha mecido a mi infancia, que, desde mi balcón, veía yo, llena de gorriones!”

Tenemos que rescatarte de ese laberinto, Ayrton, y ubicarte en otro hogar. Entonces, se reacomodarán las piezas del ajedrez de tu vida, y podrás ver “las tardes claras, las siestas de lluvia, a cada cambio leve de cada día o de cada hora” y exclamarás por lo que tienes ante tus ojos: “¡qué interés, qué atractivo tan extraordinario, desde mi cancela, desde mi ventana, desde mi balcón, en el silencio de la calle”.

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