sábado, 9 de abril de 2011

Ayrton XXII

Y JRJ, o el narrador de Platero y yo tras el que se enmascara, o el ángel de la guarda, o quien fuere, Ayrton, da igual, sigue contándole al borrico, así como ahora yo hago contigo:

“Nunca olvidaré, Platero, aquella noche de septiembre. La tormenta palpitaba sobre el pueblo como un corazón malo”, chorreaba “agua y piedra”, con la insistencia “del relámpago y del trueno.” Ahora estaban solos, Ayrton, ¿te das cuenta?, pues “los últimos acompañamientos —el coche de las nueve, las ánimas, el cartero— ya habían pasado...”

Cuando, de pronto, “en la verde blancura de un relámpago, vi el eucalipto”, tan enorme y siempre tan solemne, “todo doblado sobre el tejado.”

Y otra vez el imprevisto de un “espantoso ruido seco, como la sombra de un grito de luz que nos dejó ciegos, conmovió la casa.” Luego de un rato de confusión, “poco a poco fuimos tornando a nuestros sitios.” Ya había pasado todo, “se alejaba la tormenta...”. Salió la luna y siguieron hasta el corral a Lord, que ladraba enloquecido. Abajo, aún con el farol en su mano, Ayrton —y Platero estaba tan expectante como tú—, “yacía la pobre Anilla, vestida de fantasma”.

Un rayo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario