jueves, 31 de marzo de 2011

Ayrton X


Tendremos que golpear puertas, recorrer pasillos, esperar en antesalas, Ayrton, hasta que encontremos la fisura burocrática que nos permita ingresar en el sistema para modificar los acontecimientos que te abruman.

“Ahora las campanas dicen, Platero, que el velo del altar mayor se ha roto.” Esta es la nuestra, pienso. Aunque en nuestros tiempos “…Judas, hoy, Platero, es el diputado, o la maestra, o el forense, o el recaudador, o el alcalde, o la comadrona”.

¡No te asustes, hombre! ¿Qué te pasa?”, Platero, Ayrton, “Vamos, quietecito...” Tenemos que guardar la compostura ante las negativas, los plantones, los “el doctor tal no está” o “el funcionario cual está ocupado” de todos los días. Vendremos mañana, o pasado, o la semana entrante. Ya hallaremos la veta a seguir hasta que, al fin, tengamos completada tu escultura de vida.

Ayrton IX


Mientras vamos “…cabalgando en la blandura gris de Platero” los párvulos “…corren detrás de nosotros, chillando largamente.

—¡El loco! ¡El loco! ¡El loco!”

Algunos creen que ayudar a Ayrton será inútil; que todo caerá en saco roto; que, por sus orígenes, nunca podrá levantar cabeza.

Pero “…mis ojos —¡tan lejos de mis oídos!— se abren…” para ver “…esa serenidad armoniosa y divina que vive en el sin fin del horizonte...”

Quizás tú mismo, Ayrton, opinas que no puedes cambiar tu vida y que siempre será así. ¿Pero para qué estoy yo, tu profesora, una adulta, sino para señalarte el norte y, aunque más no fuese, quitarte algunas piedras de tu mochila y de tu camino?

“Y quedan, allá lejos…”, no los escucho, pero los siento, “…unos agudos gritos, velados…”, “…entrecortados, jadeantes, aburridos...

—¡El lo... co! ¡El Lo... co!”

La loca.

martes, 29 de marzo de 2011

Ayrton VIII


“No, Platero, no. Vente tú conmigo.”, le recomiendan al borrico, igual que te pedimos a ti, Ayrton, que te acerques a mí, a nosotros, a quienes te queremos y deseamos lo mejor para ti. “Yo te enseñaré las flores y las estrellas”, y te señalaré un camino a transitar, para que dentro de una década releas las penas de tu pasado como la experiencia invalorable que será. Ven, Ayrton, no huyas, permite que te llevemos de la mano “Y no se reirán de ti como de un niño torpón, ni te pondrán, cual si fueras lo que ellos llaman un burro”.

Ayrton VII


Estudia, Ayrton, estudia, ¿si tú puedes? Ya conoces todo lo básico, ahora ve por más. Y “Sabrías tanto como el burro de las Figuras de cera” de Platero y yo, “el amigo de la Sirenita del Mar” (la que acaso se enamore de ti), “más que el médico y el cura de Palos”.

Además, tú no eres como Platero “¡…tan grandote y tan poco fino!” que no puede sentarse en una silla, ni apoyarse en una mesa, ni tomar una lapicera para escribir sobre un papel. No, tú, Ayrton, eres un jovenzuelo delicado y elegante, y a nadie se le ocurriría ponerte “dos horas de rodillas en un rincón del patio” o darte con un palo “en las manos” ¿O sí? Avísanos si ocurre, y también si pretenden comerse “tu merienda”, o si quieren dejarte con un sopapo “tan coloradas y tan calientes las orejas”.

lunes, 28 de marzo de 2011

Ayrton VI


Y ya verás, Ayrton, que “La luna viene con nosotros, grande, redonda, pura”, anunciándonos, como a Platero, que llega la aurora. Trota sin miedo, “trota, entra en el arroyo, pisa la luna” y hazla pedazos, para que se vuelva “un enjambre de claras rosas de cristal”.

“Y trota Platero, cuesta arriba”, y sí, Ayrton, igual que nosotros, con mucho esfuerzo, aunque “sintiendo ya la tibieza suave, que parece que nunca llega”, pero que alcanzaremos, de la ventura.