jueves, 21 de enero de 2010

Microrelato

Mira tú
“Además, me voy a chivar a mis padres.” Mira tú con qué frasecita salió este tío. Y “chivar”, palabreja tan poco feliz y nada elegante, es tan lábil que se vuelve inaprensible, al menos para mí, del otro lado del océano. Incluso resulta hasta ofensiva para un capricornio como yo, sobre todo en su acepción de “sudar y oler a chivo”. Nos ha fastidiado y perjudicado al escapársele la lengua de ese modo, y también nos irritó, sí, sí, porque jamás pertenecimos a la legión de malolientes. Pero, como para seguir en la misma línea y a ver cómo se las arreglan: la culpa no es del cerdo...

jueves, 14 de enero de 2010

Microrelatos

10/01/10
Promesa

Lamentarán el error del año pasado. Y el de todos los anteriores. Dan lástima con su yerro rutinario, siempre el mismo, dale que dale, sin parar. Como si fuera el único objeto de vivir el que debamos obedecerles y nada más. Nos llevan a la ruina y encima pretenden que les rindamos pleitesía. Creen, o desean hacernos creer, que sólo estamos obligados a seguirlos, que ir tras sus pasos es la panacea, que sus dichos y hechos son verdades reveladas. Ya hace rato que ninguna duda me cabe: los obnubila la soberbia. Pero no se saldrán con la suya para degradar nuestra existencia. Sí, lo juro.

Microrrelatos

03/01/10
La escritura

Me acerco y anoto sus nombres, claro, si no, ¿qué haría en este bello lugar?
Ambos ya habían decidido cómo debía llamarse casi todo. Él nominó al otro, y éste se floreó con que a ti te llamo paloma, que tú serás el león, que tú te me antojas como el águila, y que a ti, ¿por qué no?, te grito: ¡gato, gato!
Cuando la creación está completa, ¿qué puedes hacer? Vives y convives. Y si lo deseas, y si tu imaginación te rinde, y si puedes, y si te dejan, inventas algo.
Así fue que por primera vez escribí Eva.

Microrrelatos

20/12/09
Mío es lo tuyo
—Los hombres que a mí me gustan no saben llorar —dijo para herirme, con ancestral frialdad calculada.
La miré de arriba abajo a través de mis ojos nublados y húmedos. En su cuerpo, recorrí las huellas de los últimos segundos, horas, días, meses, años. Continué hacia atrás, por las décadas, centurias, milenios, y aún más allá. La rueda de los géneros giró y giró, ciega, cruel, y circularon ante mí, en un instante, infinitos logros, revelaciones, naufragios.
Cuando retorné desde esos confines del tiempo, vi que permanecíamos allí, de pie, mirándonos. Yo había comprendido la última lección, y, con su idéntico desapego, le especté:
—Porque puedes ponerlos a tu servicio.