lunes, 9 de mayo de 2011

Ayrton XXXIX

El demonio, el diablo, Satán o lo que fuere, Ayrton, se cruzó en nuestro camino.

Fue “un momento extraño de escalofrío —¿mío, de Platero?— en el que las cosas parecen trastornadas, como si la sombra baja de un paño negro ante el sol ocultase, de pronto, la soledad deslumbradora del recodo del callejón, en donde el aire, súbitamente quieto, asfixia...”

JRJ nos cuenta que Platero se quedó temblando, “de vez en cuando, mirándome, acoquinado, en la quietud muda en que nos hemos quedado los dos, sin saber por qué...”

Y le dice:

“—Platero; yo creo que ese burro no es un burro...”

E imagino que el pelo suave del pobre borrico se eriza como el de un puercoespín. “Mudo, tiembla de nuevo todo él de un solo temblor, blandamente ruidoso, y mira, huido, hosco...”

Ayrton XXXVIII

Y me pareció que estaba todo a punto, Ayrton, para que salieras de la prisión que no te deja volar. No es que nunca retoces, aun sonríes cuando acudes a esas tareas a las que estás obligado, lo sé.

Pero “de pronto, con un duro y solitario trote, doblemente sucio en una alta nube de polvo, aparece, por la esquina del Trasmuro, el burro”, le recapitulan a Platero. “

El diablo metió la cola, Ayrton, y nos quedamos sin na’. Volver a empezar. Pero aprendimos y elaboramos otra estrategia: “A dios rezando…”.

“Es negro, grande, viejo, huesudo, tanto, que parece que se le va a agujerear la piel sin pelo por doquiera. Se para y, mostrando unos dientes amarillos, rebuzna a lo alto ferozmente, con una energía que no cuadra a su desgarbada vejez... ¿Es un burro perdido? ¿No lo conoces, Platero? ¿Qué querrá? ¿De quién vendrá huyendo, con ese trote desigual y violento?”

Mejor que sucedió así, Ayrton, porque luego nos enteramos de que no era conveniente para ti.

“Al verlo, Platero viene a mí, y quiere esconderse en la cuneta, y huir, todo a un tiempo. El burro negro pasa a su lado, le da un rozón, lo huele, rebuzna contra el muro del convento y se va trotando, Trasmuro abajo...”