Juan Ramón Jiménez dedicó Platero y yo a Aguedilla (Águeda, supongo, como mi abuela), una loca que le daba moras y claveles, y advierte que en el borrico “la alegría y la pena son gemelas” como sus orejas, la misma dualidad que en Ayrton.
Todo niño tiene una edad de oro, sostiene JRJ, época que también recuerda Ayrton, con su abuela y en Brasil, de lo que siente nostalgias y nunca hubiera querido verse escindido.
Acaso reencuentre esa isla de gracia, de la que alguna vez el destino lo apartó.
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