20/12/09
Mío es lo tuyo
—Los hombres que a mí me gustan no saben llorar —dijo para herirme, con ancestral frialdad calculada.
La miré de arriba abajo a través de mis ojos nublados y húmedos. En su cuerpo, recorrí las huellas de los últimos segundos, horas, días, meses, años. Continué hacia atrás, por las décadas, centurias, milenios, y aún más allá. La rueda de los géneros giró y giró, ciega, cruel, y circularon ante mí, en un instante, infinitos logros, revelaciones, naufragios.
Cuando retorné desde esos confines del tiempo, vi que permanecíamos allí, de pie, mirándonos. Yo había comprendido la última lección, y, con su idéntico desapego, le especté:
—Porque puedes ponerlos a tu servicio.
jueves, 14 de enero de 2010
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