martes, 20 de octubre de 2009

Teatro

Quienes estamos más cerca del monasterio que del shopping captamos y medimos a los Otros mediante el personaje del tonto. Nos hacemos los tontos y los otros liberan su energía negativa (odio, subestimación, abuso) o positiva (amor, estima, solidaridad). Observamos desde adentro del personaje y vemos que la energía positiva nos llega por nuestra afinidad y mérito positivos, o que la energía negativa rebota en nuestra máscara y retorna a los emisores por su afinidad y demérito negativos. En cualquier caso, no somos responsables de los efectos: todo fue causado por los otros con su energía.
Dicen que Dante Alighieri se arrogó atribuciones diversas cuando en su Comedia condenó a unos y salvó a otros. Sin embargo, el cosmos funciona de manera muy orgánica: tanto de inspiración y expiración, tanto de presión, tanto de humedad. A cada causa corresponde un efecto, siempre y a pesar nuestro.
Los violentos, los perversos; en fin, quienes odian, subestiman y abusan, seguramente están más cerca del Caribe que de la ermita. Pero recordemos que los envidiosos dantescos tienen los párpados cosidos con alambre y los traidores los tienen bloqueados por el hielo. Ninguno de ellos puede vestirse con el personaje del tonto ni verse a sí mismos, y todo les vuelve centuplicado. No me caben dudas de que consumen carroña creyendo que son manjares.

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