miércoles, 27 de abril de 2011

Liberal vs. Conservador

¿Sigues sin entender, Marinée?

Observa este orden: idea / sentimiento / emoción / percepción / imagen mental / imagen visual / acción. Pon siempre tu imaginación detrás de tu percepción.

En realidad, es la fantasía, una de las funciones de la imaginación. A aquella déjala para el arte, porque si la actúas en el mundo, puedes confundirlo todo y sufrir alucinaciones. Como los espejismos de oasis en el desierto, un mix entre el deseo, la necesidad y la ignorancia.

¿Ah, sí, con que persiste tu incomprensión?


Liberal vs. Conservador

Si buscas la libertad como bien común, eres liberal; si pretendes sólo tu libertad a costa de los otros y todo lo demás, eres conservadora. Al cojo se lo identifica andando. ¡Pero ojo con el cojo, que no tenga la cojera del perro!

¿Qué no entiendes, Marinée?


sábado, 23 de abril de 2011

Ayrton XXXVII

Cuentos, historias, ¿por qué y para qué?

“¡Qué alborozo en el jardín!”, nos dice Juan Ramón Jiménez. “Los niños saltaban, batiendo las palmas, arrebolados y rientes como auroras” … “Platero, contagiado, igual que un chivillo, se curvaba, giraba sobre sus patas, en un vals tosco, y daba coces al aire claro y suave...”

Tú eres un chico esencialmente libre, Ayrton, con la mente y el cuerpo a pleno en el fluir de la vida, ya te lo dije, pero estás circunstancialmente enjaulado. La que te guía, tu profesora de literatura, y otros con ella, busca que salgas de la pajarera, o que ella misma se esfume…

Ayrton XXXVI

Te preguntaba, Ayrton, ¿por qué te cuento esto?

El día que voló el canario de Platero y yo, mientras el borrico jugaba con las mariposas, “anduvo toda la mañana entre los granados del huerto y por las lilas. Los niños estuvieron sentados en la galería, absortos con los breves vuelos del pajarillo amarillento.”

Pero esa tarde, “se vino al tejado de la casa grande, y allí se quedó largo tiempo, latiendo en el tibio sol que declinaba. De pronto, y sin saber nadie cómo ni por qué, apareció en la jaula, otra vez alegre.”

¿Y a cuento de qué?, Ayrton, ¿de qué?

Ayrton XXXV

Es difícil la metamorfosis de larva a pájaro, Ayrton, jamás podría negarlo. Cierta vez imaginé para mí una de cabra a águila, y aquí voy, por desfiladeros escarpados y solitarios, un ala sí y otra a medias, con algo de pico y unas plumas en la cola.

“Un día, el canario verde, no sé cómo ni por qué, voló de su jaula”, le cuentan a Platero. Pero ese “era un canario viejo, recuerdo triste de una muerta, al que yo no había dado libertad por miedo de que se muriera de hambre o de frío, o de que se lo comieran los gatos.“

Nada más alejado de ti y de mí; Ayrton, tú un jovenzuelo con todo el brío verdeamarelo, y yo un empecinado buscador de utopías.

¿Pero a cuento de qué viene esta historia?...

jueves, 21 de abril de 2011

Ayrton XXXIV

“Los niños han ido con Platero al arroyo de los chopos, y ahora lo traen trotando, entre juegos sin razón y risas desproporcionadas, todo cargado de flores amarillas.” Y tú, Ayrton, en este primer día de Semana Santa, no saldrás a vender bollería por los barrios. Hoy te llevaron con los chicos al parque de diversiones, y seguramente retornarás como un Platero con tres colas e “hilos de oro y plata, en los que tiembla, como en una lira de llanto, el arco iris” de tu futuro promisorio.

¡El gran día está cercano!

“¡Idilio fresco, alegre, sentimental! ¡Hasta el rebuzno de Platero se hace tierno!” Y tu risa retumba por el aire de los juegos, Ayrton. ¿Cuánto hace que no disfrutabas de un día así? ¿Acaso hubo uno alguna vez?

“¡Tarde equívoca de abril! Los ojos brillantes y vivos de Platero”, junto con los tuyos, Ayrton, “copian toda la hora de sol sobre el campo donde se ve, deshilachada, otra nube rosa.”

Ayrton XXXIII

“Espérate, Platero...” Espérame tú también, Ayrton, “déjame ver este remanso bello, que no veo hace tantos años...” Me reencontré con un bello texto que destila el conocimiento de la tradición más antigua.

“Este remanso, Platero”, y entérate tú también, Ayrton, “antes era mi corazón. Así lo sentía, bellamente, en su soledad de prodigiosas exuberancias”. Herido por los años y la distancia, se abrió “su dique, corrió la sangre corrompida, hasta dejarlo puro, limpio y fácil”, Ayrton, “en la más abierta, dorada y caliente hora de abril.”

Una “mano antigua me lo trae a su remanso de antes, verde y solitario”, ¡muchas gracias!, “y allí lo deja encantado, fuera de él, respondiendo a las llamadas claras”.

miércoles, 20 de abril de 2011

Ayrton XXXII

No puedo dejar de verte en unos y otros personajes de Platero y yo, Ayrton. A veces como el mismísimo bueno de Platero, otras con las penas del niño tonto, a veces junto a la verja cerrada… Hoy te toca como perro sarnoso.

“Flaco y anhelante”, … “el pobre andaba siempre huido, acostumbrado a los gritos y a las pedreas. Los mismos perros le enseñaban los colmillos. Y se iba” …”lento y triste, monte abajo.”

¡Cuántas veces te habrá pasado esto, Ayrton, pidiendo, deambulando o vendiendo por las calles!

“Aquella tarde” … ”el guarda” … “disparó contra él y no tuvo tiempo de evitarlo. El mísero” … “cayó muerto bajo una acacia”, le cuentan a Platero.

¡Tuviste muchísima suerte de no acabar igual, Ayrton!

“Un velo parecía enlutar el sol; un velo grande, como el velo pequeñito que nubló el ojo sano del perro asesinado.” … ”Abatidos por el viento del mar, los eucaliptos lloraban” ... “sobre el perro muerto.”

¡Pero aquí estás tú, Ayrton, vivo y como dice el Dante: libre, recto y sano!

Ayrton XXXI

A Platero le señalan un aljibe: “Míralo; está lleno de las últimas lluvias. No tiene eco, ni se ve, allá en su fondo, como cuando está bajo”. Un pozo en donde siempre hay agua, o algunas humedades, o, aun seco, su misma condición le posibilita tenerla.

Un aljibe es como nosotros mismos, Ayrton —tú, yo, todos—, en quienes siempre existe algo de conocimiento.

“Tú no has bajado nunca al aljibe, Platero. Yo sí; bajé cuando lo vaciaron, hace años. Mira; tiene una galería larga, y luego un cuarto pequeñito.” … “Dos fríos terribles se cruzaron en mi pecho cual dos espadas que se cruzaran, como dos fémures bajo una calavera...”

Todos estamos socavados “de aljibes y galerías, Platero”, y alguna de éstas “nadie se ha atrevido a seguirla del todo, porque no acaba nunca...”

“Bueno, Platero. Y ahora voy a darte un cubo de esta agua pura y fresquita”, como yo a ti algún conocimiento, Ayrton, pues te secaste un poco por tus penas.

lunes, 18 de abril de 2011

Ayrton XXX

“¡Ay, qué relumbres y olores!

¡Ay, cómo ríen los prados!

¡Ay, qué alboradas se oyen!

Romance Popular”

Es el amanecer, Ayrton, y al narrador de Platero y yo parece llegarle desde afuera múltiples chillidos infantiles. “Por fin, sin poder dormir más, me echo, desesperado, de la cama”, le cuenta a Platero. Pero, “al mirar el campo por la ventana abierta, me doy cuenta de que los que alborotan son los pájaros.” Golondrinas, mirlos, oropéndolas, gorriones y demás “discuten desaforadamente.”

“¡Cómo está la mañana!”, Ayrton, llegó la primavera, sí, ahora en Pascuas, nosotros la decretamos. ¿No quieres creerlo? Ya verás que para ti llegó la mejor estación.

La alegría del sol, las “mariposas de cien colores juegan por todas partes, entre las flores, por la casa —ya dentro, ya fuera—, en el manantial.” Todo, Ayrton, es “un hervidero de vida sana y nueva”, como si “fuese el interior de una inmensa y cálida rosa encendida.”

Ayrton XXIX

Siempre te recuerdo, Ayrton, que a Platero, un día sí y otro también, le contaban cuentos y anécdotas: que la fantasma, que el loco, que el niño tonto, que la reja… Y también sobre ese cura del pueblo, que “va ungido” montado en “su burra”.

Hacía su huerta, vestido “con calzones de marinero, sombrero ancho, tirando palabrotas y guijarros a los chiquillos que le robaban las naranjas.” Y en todo veía peligros y tentaciones, Ayrton: “el árbol, el terrón, el agua, el viento, la candela, todo esto tan gracioso, tan blando, tan fresco, tan puro, tan vivo, parece que son para él ejemplo de desorden, de dureza, de frialdad, de violencia, de ruina.” Pero, a la hora de “la oración, se trueca todo. Se pone sotana y entra en el pueblo oscuro, sobre su burra lenta, como Jesús en la muerte...”

sábado, 16 de abril de 2011

Ayrton XXVIII

“Me decían, riendo, que la verja no tenía llave...”. Y es cierto, Ayrton, a veces, el paso está franqueado como en el cuento Ante la ley, de Kafka, pero, claro, no lo sabemos.

“En mis sueños”, le narran a Platero —y yo a ti, Ayrton, los sueños tuyos, míos, nuestros—, “la verja daba a los más prodigiosos jardines, a los campos más maravillosos...” Acaso tú no lo creas, pero “así como una vez intenté, fiada en mi pesadilla, bajar volando la escalera de mármol”, según tratan de entusiasmar al borrico, yo, tu profesora, abriré la cancela que te veda el futuro. Porque ya “fui, mil veces, con la mañana, a la verja, segura de hallar tras ella lo que mi fantasía mezclaba, no sé si queriendo o sin querer, a la realidad...”.

Y te enseñaré el camino.

Ayrton XXVII

“Yo daba la vuelta por la pared de la calle”, le cuentan a Platero, en tono de ensoñación, “y me venía a la verja cerrada que da al campo.”

Un día y otro también, Ayrton, alguna verja se nos pone delante, cerrándonos el paso.

“Ponía mi cara contra los hierros y miraba”, continúa el relato en Platero y yo, “cuanto mi vista podía alcanzar”. Notaba que “una vereda salía y se borraba, bajando” hacia un camino “ancho y hondo por el que nunca” había pasado.

Al interrumpirnos el impulso a proseguir, nos ofuscamos, Ayrton, y el desamparo, cuando no el deseo, crece.

“¡Qué mágico embeleso ver, tras el cuadro de hierros de la verja, el paisaje y el cielo…!”

viernes, 15 de abril de 2011

Ayrton XXVI

Venimos “los dos, cargados” por la vida, Ayrton, como “Platero, de hierbas, y yo, de lirios amarillos.” Pero nuestros pesos son mayores: tú, con tu cruz de desarraigo y marginalidad a cuestas, y yo, con algunas espinas.

“Yo volvía triste...”, le cuentan a Platero, “y mi nostalgia” encontraba un mero “consuelo melancólico.” Tú piensas en el “retorno”, Ayrton, “¿adónde?, ¿de qué?, ¿para qué?” ¿A Brasil? Es probable que sea lo mejor, pero tendrás que construirte un Brasil nuevo. El que viviste y recuerdas, el que “olía más en la frescura tibia de la noche” y te “embriagaba el cuerpo y el alma desde la sombra solitaria”, a pesar del poco tiempo transcurrido, para ti ya no existe.